La capacidad de crecer y cambiar
En lugar de definirnos por lo que siempre hemos sido, podemos empezar por ser lo que Dios quiere que seamos
Cuando observamos cada una de las creaciones de Dios, confiamos en que crecerán y cambiarán con el tiempo. Nadie piensa que una semilla permanecerá pequeña y frágil, ya que está destinada a ser un robusto árbol. Cuando vemos un ternero o un cachorro, también conocemos su potencial de transformarse en un animal adulto.
Sin embargo, a menudo no vemos ese mismo potencial en nosotros, sino que tendemos a pensar que por siempre seremos exactamente la misma persona que hemos sido hasta el momento. Un sicólogo de la Universidad de Harvard define esto como la “ilusión del final de la historia”, la percepción de que el “verdadero” yo es el yo del presente, más allá de lo que haya progresado y de la capacidad de seguir creciendo. “Los seres humanos”, explica, “somos obras incompletas que, erróneamente, pensamos que ya estamos completos”.
Nadie asume que una plántula seguirá siendo pequeña y frágil; sabemos que está destinada a convertirse en un árbol fuerte y poderoso. Foto: Smileus - stock.adobe.com
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Puesto que somos hijos de un Dios eterno, tenemos la capacidad eterna de mejorar, pero eso no se produce por arte de magia. Al igual que la semilla no germina sin la debida cantidad de nutrientes, el ser humano progresa solo si lo desea. De hecho, una importante diferencia entre nosotros y la semilla, es que podemos escoger la magnitud de nuestro progreso personal. Si en el pasado hemos sido propensos a enfadarnos o a pensar únicamente en nosotros, podemos cambiarlo. Si queremos ser un poco más buenos o más amorosos, podemos hacerlo.
Un punto de partida es creer que somos capaces de lograrlo, estar dispuestos a cambiar, acoger el cambio, y hasta buscarlo. En vez de definirnos según errores pasados, veámonos de un modo positivo y hagamos que nuestros esfuerzos se vuelvan realidad.
Por ejemplo, una mujer solía perderse fácilmente, y le decía a la gente que era pésima con las direcciones. Pero después decidió que quería cambiar; así que empezó a familiarizarse con mapas, a memorizar nombres de calles y a notar puntos de referencia y, con el tiempo, llegó a hacérsele más fácil encontrar sus destinos. Nuestro amoroso Padre Celestial nos ve como las personas que tenemos el potencial de llegar a ser, y desea que nosotros veamos lo que Él ve. En lugar de definirnos por lo que siempre hemos sido, podemos empezar por ser lo que Dios quiere que seamos.
Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)
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