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¿Quién es mi prójimo?

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Jesús enseñó que debemos considerar prójimo a cualquier ser necesitado

La historia del buen samaritano en principio fue contada como respuesta a una pregunta. Un cierto intérprete de la ley, quien parecía estar interesado en saber con exactitud los límites de sus obligaciones morales, le preguntó a Jesús de Nazaret, “¿Quién es mi prójimo?”. La respuesta del Señor fue el conocido relato del viajero que “cayó en manos de ladrones”, fue asaltado y golpeado, y dejado “medio muerto” al lado del camino.

Sucedió que dos hombres del mismo lugar viajaban por allí, pero, al verlo herido, ambos “pasaron de largo”.

Después, un tercer viajero se acercó —un samaritano. Bajo circunstancias normales, él y el hombre herido, habrían sido enemigos, ya que eran de diferentes culturas y profesaban creencias distintas. Pero para el samaritano, todo eso era irrelevante, pues otro ser humano necesitaba ayuda. Lleno de compasión, “vendó sus heridas… le llevó al mesón y cuidó de él” (véase Lucas 10:25-37).

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Un buen samaritano ayuda al hombre herido y espera con él en la descripción de los Videos de la Biblia de la parábola del buen samaritano. Crédito: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
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El término prójimo es considerado sinónimo de próximo o cercano. Pero en la parábola del buen samaritano, Jesús amplió esa definición, enseñando que debemos considerar prójimo a cualquier ser necesitado. Habrá quienes quizá parezcan distantes cultural, política o socialmente, pero todos son suficientemente cercanos para recibir nuestra amistad, atención, ayuda y apoyo. En cierto modo, Jesús amplió los límites de nuestra comunidad inmediata para incluir a todos los hijos de Dios.

Cualquier buen vecindario está compuesto de buenos vecinos. Por ese motivo se hacen esfuerzos voluntarios para abrigar al que tiene frío y alimentar al hambriento. Por tal razón se proveen productos de higiene y se enseñan destrezas básicas a refugiados; y es por eso que miles de misioneros predican la buena palabra de Dios, a menudo lejos de su hogar y haciendo grandes sacrificios. Todos ellos tratan de vivir el gran mandamiento de “amar a su prójimo” (Mateo 22: 39) — aun a quienes ni siquiera conocen.

Algunas necesidades saltan a la vista, como el viajero herido camino a Jericó; pero, la mayoría de las veces, ellas son visibles solo al corazón. Cualquiera sea el caso, un buen prójimo es quien, lleno de compasión, supera barreras y acorta distancias para ser “alguien que está próximo”.

Fuente: Música y Palabras de Inspiración (Music and the Spoken Word)

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